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Desde el Pie, desde Ludue?a
Desde la obligaci?n de la esperanza

Desde 1996, el grupo Desde el Pie crece en su acci?n de prevenci?n y tratamiento de la violencia familiar, el maltrato y el abuso sexual infantil. Desde el Pie funciona en la sede de la Vicar?a Sagrado Coraz?n de barrio Ludue?a, en la esquina de Puelches y Casilda, espacio en el que se realizan talleres de reflexi?n con mujeres (grupos de ayuda mutua); con ni?os (donde lo l?dico habilita la palabra) y de expresi?n art?stica desde una perspectiva de “salud–arte”. Adem?s, Desde el Pie brinda atenci?n psicol?gica a hombres y mujeres en espacios diferenciados, participa en campa?as de sensibilizaci?n y desnaturalizaci?n de la violencia, brinda contenci?n y acompa?amiento en situaciones de riesgo y articula su trabajo con los equipos de profesionales y organizaciones comunitarias de la zona.


Desde 1996, el grupo Desde el Pie crece en su acci?n de prevenci?n y tratamiento de la violencia familiar, el maltrato y el abuso sexual infantil. Desde el Pie funciona en la sede de la Vicar?a Sagrado Coraz?n de barrio Ludue?a, en la esquina de Puelches y Casilda, espacio en el que se realizan talleres de reflexi?n con mujeres (grupos de ayuda mutua); con ni?os (donde lo l?dico habilita la palabra) y de expresi?n art?stica desde una perspectiva de salud-arte;. Adem?s, Desde el Pie brinda atenci?n psicol?gica a hombres y mujeres en espacios diferenciados, participa en campa?as de sensibilizaci?n y desnaturalizaci?n de la violencia, brinda contenci?n y acompa?amiento en situaciones de riesgo y articula su trabajo con los equipos de profesionales y organizaciones comunitarias de la zona.
Reunidas en la mesa de un bar ubicado enfrente a los Tribunales, Alejandra Lilles, Mili Glikstein, Mary Su?rez y Karina Galindo, se explayan respecto de la historia y las actividades de la organizaci?n que conformaron. Y cuentan que Desde el Pie se llama as? porque fueron humildes mujeres de Ludue?a las que en 1996, cuando se desarm? un grupo que se llamaba Prever, insistieron en seguir contando con un espacio para abordar la cuesti?n de la violencia familiar. Alejandra es psic?loga, Mili y Mary son docentes y estudiantes de Trabajo Social y Karina es estudiante de Bellas Artes. Y relatan que est?n en plena elaboraci?n de un proyecto que les permita conseguir el financiamiento necesario para sostener y mejorar las actividades del grupo, que someten peri?dicamente a instancias de supervisi?n. "Necesitamos materiales para los talleres", responden cuando se les pregunta cu?les, m?s all? del financiamiento, son las necesidades inmediatas para seguir adelante con su labor. Y dicen: "Hace poco, leyendo un art?culo, nos gust? la respuesta de Osvaldo Bayer a un periodista cuando le pregunt? si se puede tener esperanza en estos momentos tan desesperantes. ?l le responde que la esperanza es una obligaci?n, una tarea. Y ?ltimamente nos repetimos esto para seguir".
Y dicen tambi?n que "nos proponemos que las mujeres vayan reconoci?ndose como personas y que poco a poco comiencen a elegir. Esto parece obvio, pero cuando uno se encuentra con personas que dicen "este es el 1? dibujo que hago en mi puta vida", o "no s? qu? color me gusta, ni qu? quiero ser", o "no tengo fotos de m? misma", podemos ver as? que no todos tenemos la posibilidad de elegir. Aunque nos parezca raro, es as?. La libertad no es un regalo que tenemos todos al nacer, sino que es una b?squeda y un trabajo diario para empezar a sentirla".
Para saber m?s de la labor de Desde el Pie, vale el relato que sus integrantes
Juan, de 8 a?os, llega al taller muy alterado, una hora m?s tarde. Se qued? con el pap? en la casa hasta ese momento.

Juan rompe el silencio en un juego. Se acerca a una de las coordinadoras del taller, con un tel?fono de juguete, mientras intenta dar forma a un rompecabezas. El tel?fono de Juan no deja de sonar estridentemente. Lo interrumpe, no lo deja concentrarse en ninguna actividad. ..?l levanta una y otra vez el tubo y repite: "hijo de puta, dejame tranquilo"... "hijo de puta!!!"...

La coordinadora le pide el tel?fono, al tiempo que dice: "usted sabe, se?or, que hay cosas que lastiman a los chicos, que ni un pap? ni nadie les puede hacer"...

Juan le arranca el tubo de las manos y, desesperado, exclama: "no le digas que te dije"...

Juan, sus hermanos y su mam? hablan de los golpes del padre, del retaceo de comida o de dinero, de insultos, etc.

Sabemos, no s?lo por este indicador que aparece en el juego, que es de otra cosa de la que no se puede hablar.

Este caso fue presentado en tribunales, y desde all? se le exigi? a al padre que asista a una instituci?n por su alcoholismo, a la madre que se ocupe de algunos ex?menes m?dicos de los ni?os, etc., pero frente al abuso sexual no se arbitraron medidas proteccionales, ya que no constataron lesiones a nivel de los genitales.

?Cu?l es el precio que se paga por sostener el silencio?

Juan tiene profundas perturbaciones en su desarrollo ps?quico y en sus posibilidades de aprendizaje, se masturba compulsiva y angustiosamente.

Su hermana de 10 a?os, no controla esf?nteres, tiene quemada la piel en la zona de la entrepiernas
como consecuencia de la enuresis. Cuenta que duerme en la misma cama con su mam?, as? como Juan duerme en otra habitaci?n, en la misma cama con su pap?.

En el mismo taller, otros ni?os dialogan sobre el maltrato que sufre Juan. Horacio, de 11 a?os, dice: "no se va a poder hacer nada, nadie lo va a poder ayudar".

Horacio tiene razones para sostener su pesimismo. El ha permanecido atado a una cama durante 15 d?as, a pan y agua, "para que aprenda" seg?n su padrastro.

Ese hecho para muchos ha quedado en el pasado. Hoy, Horacio es un ni?o que permanentemente es castigado por sus problemas de conducta, por sus huidas a la calle y por hurtos. Horacio a veces se encierra a s? mismo en los armarios. El asiste regularmente a los talleres. Su madre, no.

El abogado que asesoraba a la madre del ni?o pregunt?, despu?s de varios intentos de exclusi?n del hogar del padrastro: "...est? Horacio en condiciones de volver a vivir con su padrastro", ubicando el foco del conflicto en el ni?o. (Entendemos esta situaci?n como un ejemplo del proceso de revictimizaci?n).

Pese a todo lo antes expuesto, las mujeres y los ni?os trabajan duramente para poder pensar en t?rminos de los propios derechos.

Los ni?os mencionan en un taller, por ejemplo, "derecho a tener una familia, derecho a no quedarte afuera de la escuela, derecho a que no nos peguen, derecho a que nos hablen bien, derecho a jugar, derecho a una vida mejor"

Tambi?n uno de los ni?os se?al?: "derecho a morir joven"...

...Se trata de Marcos, de 12 a?os. Hay una parte de su realidad que le cuenta una historia de miseria, golpes y un pap? que fue asesinado hace 3 a?os.

Nosotras intentamos cada d?a que salgan a la luz otras partes de su realidad: ?l, su mam? y sus hermanos, est?n vivos. A Marcos le gusta jugar a la pelota, va a la escuela, viene a nuestro taller, y hace unos d?as se anim? a decir que tambi?n sue?a con "tocar una computadora".

Quiz?s algo podamos cambiar. All? donde parece que ya no puede hacerse nada, permitamos que la posibilidad de cambio nos conmueva.

Si bien en nuestra experiencia y estad?sticamente aparecen prioritariamente los varones como agresores, no podemos desconocer el peso impuesto por la sociedad sobre sus espaldas, priv?ndolos de la posibilidad de reconocer y expresar su mundo emocional y c?mo es que llegan a adoptar la violencia como modo natural de vincularse.

Podemos ser protagonistas del intento de construir espacios innovadores o convertirnos en presos, porque est? preso todo aquel que vive con la certeza de que no hay salida.














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Publicado el: 21/11/2002


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