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Madres de plaza 25 de Mayo, del dolor al abrazo cada vez m?s c?lido del pueblo

Las Madres no est?n conformes. No niegan ni dejan de celebrar que ahora "el pueblo est? m?s esclarecido" y que ya no son vistas como las "locas peligrosas", o que hubo avances concretos en lo que hace al reclamo de juicio y castigo a los represores. Pero no est?n conformes porque siguen sin saber el destino de sus hijos y porque la lucha que ellos hab?an emprendido por una sociedad m?s justa no termin?. "Defendemos las utop?as de nuestros hijos, que quer?an un mundo mejor, sin marginaciones, sin miseria, con empleo, con asistencia m?dica, con viviendas dignas y con educaci?n para todos", dice Darwina Galicchio. "Yo a la muerte de mi hijo la hubiera aceptado si hubiera sido una muerte normal. No es que hubiera estado contenta, pero a mi lo que me queda es que yo no he visto a mi hijo muerto. Eso es lo que a una le queda. No podemos cerrar el ciclo", dice Elsa de Massa. Elsa y Darwina, junto con Matilde de Toniolli y Noem? de Vicenzo, cuentan lo que cuentan sentadas en un banco de la plaza 25 de Mayo, la misma a la que concurren desde 1981, cuando las Madres rosarinas comenzaron a caminar juntas. "Dijimos: esta es nuestra plaza", recuerda Darwina. Y ah? se siguen encontrando, casi siempre los jueves a la tarde.



Las Madres no est?n conformes. No niegan ni dejan de celebrar que ahora "el pueblo est? m?s esclarecido" y que ya no son vistas como las "locas peligrosas", o que hubo avances concretos en lo que hace al reclamo de juicio y castigo a los represores. Pero no est?n conformes porque siguen sin saber el destino de sus hijos y porque la lucha que ellos hab?an emprendido por una sociedad m?s justa no termin?. "Defendemos las utop?as de nuestros hijos, que quer?an un mundo mejor, sin marginaciones, sin miseria, con empleo, con asistencia m?dica, con viviendas dignas y con educaci?n para todos", dice Darwina Galicchio. "Yo a la muerte de mi hijo la hubiera aceptado si hubiera sido una muerte normal. No es que hubiera estado contenta, pero a mi lo que me queda es que yo no he visto a mi hijo muerto. Eso es lo que a una le queda. No podemos cerrar el ciclo", dice Elsa de Massa. Elsa y Darwina, junto con Matilde de Toniolli y Noem? de Vicenzo, cuentan lo que cuentan sentadas en un banco de la plaza 25 de Mayo, la misma a la que concurren desde 1981, cuando las Madres rosarinas comenzaron a caminar juntas. "Dijimos: esta es nuestra plaza", recuerda Darwina. Y ah? se siguen encontrando, casi siempre los jueves a la tarde.

A la plaza, las Madres de Rosario llegaron despu?s de conocerse en un local de la cortada Ricardone que, en plena dictadura, era el punto de reuni?n de quienes buscaban a sus familiares desaparecidos. Por all? andaba Fidel Toniolli, esposo de Matilde. Otro local que Darwina, Elsa, Matilde y Noem? recuerdan es el de calle Corrientes casi C?rdoba. Y all? aparece el nombre de Delia Rodr?guez Araya. Nombrando a Fidel y a Delia las Madres homenajean a todos aquellos que, pese a estar sumergidos en el horror, fogoneaban la necesidad de juntarse para el reclamo.

En principio, las Madres rosarinas caminaron con Hebe de Bonafini. Despu?s, "por razones de distancia y tambi?n por algunas diferencias", comenzaron a funcionar con m?s independencia de lo que se daba en Buenos Aires. Eran tiempos dif?ciles, distintos. Darwina se acuerda que ella, antes de unirse a las Madres, iba a Buenos Aires al Ministerio del Interior a preguntar por su hija y, aunque no le daban respuestas claras, la atend?an bien. Pero a la vez le advert?an: "el d?a que usted se una a las locas no pisa m?s ac?". Y as? fue.

Pero no s?lo desde el Ministerio del Interior hab?a desd?n hacia esas mujeres que adoptaron como s?mbolo un pa?uelo blanco. Lo de que eran unas locas y lo de que lo que les hab?a pasado a sus hijos era porque "algo habr?n hecho" era repetido por buena parte de la sociedad argentina. "A mi una vez me dijeron en la carnicer?a que se hab?an llevado a mis otros hijos, pero era mentira. A Roberto me lo hab?an llevado, pero a nadie m?s", se acuerda Noem?.

Las Madres, igual, segu?an con sus rondas, sus investigaciones y recopilaciones de testimonios y sus presentaciones de h?beas corpus. Y se daban fuerzas entre ellas. En medio de la charla con enREDando Darwina le pasa factura a Noem? porque alguna vez, en aquellos a?os de plomo, no quiso ir a la plaza. Noem? lo admite. Recuerda que ten?a miedo. Y Elsa dice que ella tambi?n ten?a miedo. Que cuando con su marido intentaban averiguar algo a trav?s de alguien que tuviera contacto con los militares les recomendaban que no hicieran p?blicos sus reclamos. "Esas cosas nos atemorizaban. Pero un d?a le dije a mi marido: si vos no quer?s intervenir, muy bien, pero yo voy a empezar a hacer. Porque me sent?a en deuda con mi hijo, por eso me un? a las Madres", completa su relato. "Lo que pasa es que ?ramos peligrosas", acota Darwina. "Los peligrosos eran ellos", cierra Elsa.

Con el tiempo -y con la lucha- las cosas fueron cambiando. Los mismos vecinos que antes miraban para otro lado ahora saludan a las Madres "peligrosas y con hijos m?s peligrosos todav?a". Darwina siente que en el barrio pas? a ser "una se?ora respetable". Pero las Madres no se duermen en las eternos laureles que supieron conseguir. No se relajan. Expresan su bronca porque si bien algunos represores fueron alcanzados por la Justicia, hay muchos que todav?a no. Y despotrican contra "las c?rceles de privilegio" y las prisiones domiciliarias. "?As? que si yo cometo un delito me quedo en mi casa?", plantean.

Es que las Madres tienen m?s o menos la misma edad que los jefes militares que participaron de la planificaci?n y ordenaron ejecutar el genocidio. "As? como se est?n muriendo ellos, despu?s nos tocar? a nosotros. Es natural", reflexiona Elsa. Mientras, Darwina y Matilde charlan sobre Massera. "Dicen que est? en estado de coma, pero capaz que ya se muri? y lo cremaron", se?ala Darwina. Matilde desconf?a: "?Ser? cierto que est? en estado de coma?". Las Madres discurren al respecto sentadas en un banco de la plaza y distendidas, como cualquier grupo de se?oras mayores que se junta a chusmear. No es el mismo clima que en las primeras rondas, bajo el gobierno de la dictadura. Hablan con la libertad que supieron conquistar.

Y aclaran que no las mueve un sentimiento de venganza. "Jam?s nos convertir?amos en asesinas, no nos mueve la venganza, s? la Justicia", indica Darwina. "Y que se sepa qu? pas?", se suma Noem?. "Nuestra lucha va a terminar cuando nosotras ya no estemos, pero los j?venes tomar?n nuestras banderas", vuelve Darwina. "Queremos juicio y castigo. No olvidamos ni perdonamos", resumen.

Para que se sepa que pas?, para que los j?venes tomen sus banderas, las Madres brindan sus testimonios ante quien se los requiera. "Hay que dar m?s clases en las escuelas. Lo que pasa es que en algunas escuelas hay directoras que no quieren", dicen. "A donde nos llamen, vamos", a?aden. Y convocan a todo aquel que quiera hablar con ellas a dirigirse los jueves a la tarde a la plaza.

Ah? en la plaza se quedan conversando cuando termina la entrevista. Darwina cuenta de su satisfacci?n por la muy buena relaci?n que sostiene con su nieta, a la que empez? a buscar "en 1977, al cuarto de hora que desapareci?" y pudo encontrar en 1989. "Fue muy tremendo. Me cost? mucho hasta que me quisiera", cuenta. Matilde se emociona casi imperceptiblemente cuando habla de Fidel, su compa?ero fallecido hace poco. Y sonr?e abiertamente cuando se le pregunta por Eduardo, su nieto, referente local de HIJOS. Eduardo se llama tambi?n el hijo desaparecido de Matilde. Ricardo, el de Elsa. Roberto, el de Noem?. Stella Maris, la de Darwina. Y siguen las firmas.





 

Publicado el: 25/03/2004


Categor?as:
Buenas Pr?cticas / Reportaje

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